Ha dicho El País con toda claridad que el Ché fue un criminal y un asesino siniestro. Lo dijo el pasado octubre, en un editorial dedicado al 40º aniversario de la muerte del guerrillero. Ese texto, bien explicado y razonado, puede acaso considerarse el auténtico certificado de defunción del Guevara revolucionario, del Guevara trasformador de la historia.
Puede ser duro admitir que nuestro héroe de la juventud era un vulgar asesino; pero El País lo ha puesto muy clarito y con razones de peso, así que ya se ve que la cosa tiene mala solución…
Dice El País que “la disposición a entregar la vida por las ideas esconde un propósito tenebroso: la disposición a arrebatársela a quien no las comparta”; y relaciona esa criminal aceptación de la violencia como método (originada en el romanticismo) con “movimientos terroristas de diverso cuño, desde los nacionalistas a los yihadistas”.
¿Quién está legitimado para imponer su modelo de sociedad por la fuerza? No es fácil defender algo así. Es por eso que la lucha de los jóvenes idealistas que combatieron con las armas por un mundo mejor, El País la llama “lunática aventura de crear a tiros al ‘hombre nuevo’”. Y enumera los resultados de esa lucha: fracaso, muerte, totalitarismo y servir de coartada para nuevas dictaduras simétricas de derechas.
La muerte del Ché
En fin, reconozcamos que como método de transformación política, la lucha del Ché y de otros como él ha cosechado resultados bastante dudosos, cuando no verdaderos desastres… Sin embargo creo que para la mayoría –que nunca ha considerado la posibilidad de empuñar un Kalashnikov– el Ché tiene otro significado que El País ha pasado por alto en su editorial.
Creo que el Ché no es para nosotros principalmente una incitación a la violencia, ni siquiera nos hace pensar en un sistema político definido. Es más bien un símbolo del inconformismo con lo injusto o, simplemente, con lo rígido e inamovible; un símbolo del deseo de cambio, de mejora; también de solidaridad. Más allá de la cuestión revolucionaria, el Ché es símbolo y recordatorio de nuestra propia energía juvenil, de nuestra independencia y creatividad.
Entiendo yo que la pasividad, el conformismo, la aceptación acrítica; la renuncia a esa independencia y energía, todo eso sería la auténtica muerte del Ché.
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[…] partir de ahí, conviene andarse con pies de plomo. Esto lo comentaba el otro día. Tanto la idea de una revolución política violenta, como la de una dictadura del proletariado hay […]