¿A dónde vas con la bici?

Me encanta pasearme sin pensar en nada, como en la infancia, cuando daba vueltas al pueblo pedaleando con un flash de limón goteando entre los dedos.

Paseo en bici por Madrid

A causa de las cuestas y cuestitas que adornan esta ciudad, al fin se acaba haciendo mucho ejercicio (cosa excelente para la salud). Pero yo evito por todos los medios cualquier enfoque deportivo, como ir vestido de tour de Francia o andar con el cronómetro puesto y batiendo récords.

Prefiero pasear a mi aire, por zonas agradables que varían según el día o la época: el Retiro, la Bombilla, el Parque del Manzanares, el Pasillo Verde, la Casa de Campo —por donde he andando mucho— y, sobre todo, Madrid Río.

Lo importante del paseo es la parada, el bocadillo a la sombra, el paisaje y el olor, el libro y el cuaderno (éste) de notas. Es pedalear con fuerza pero lejos del mundo del esfuerzo, de la necesidad práctica y obligada, del horario.

Cuenta también la mirada, abandonarse a una mirada que observa y rebusca en las cosas y así, a veces, halla lo inesperado, la foto encontrada: esa obra de arte a la vista de todos que es preciso recortar del muro de lo invisible por cotidiano.

Ese paseo en bici por Madrid es ir de aquí para allá, caprichosamente, apatrullando. Es el vagabundeo despreocupado, la búsqueda de cosas y de palabras, con extraña e infantil libertad.