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Por supuesto siempre existieron las películas y las series policiacas o de gángsters… Pero solo empezamos (al menos el que suscribe) a entender la serie negra como tal, la ficción criminal dura, en los últimos 70 y primeros 80, con los prólogos de Juan Carlos Martini en la colección Novela Negra de Bruguera y, en lo tocante al cómic, con el TOTEM Calibre 38 (Nueva Frontera, 1982 – 83).

TOTEM Calibre 38 y la ficción criminal dura

TOTEM Calibre 38

Nada mejor que los 8 números de esta publicación para despertar y entrenar retina/ideas. El contenido es denso en historias (Dick Tracy, The Spirit, Wally Wood, el colosal Alack Sinner…). Incluye relatos de grandes figuras en cada número (Hammett, Cain, MacDonald…) e impagables artículos de Víctor Mora, Javier Coma, José María Latorre, Salvador Vázquez de Parga, Aquiles Stampa… Suelen estar éstos artículos alejados de la erudición pretenciosa y poseen la capacidad de introducir al lector con sentido y valoración en los temas o estilos. Lejos está el discurso irónico de «nos gustan aunque eran malillos, unos locos simpáticos» en el que se refugian supuestos «expertos» incapaces de ofrecer formas de apreciación verdadera de las obras.

Ficción Criminal en TOTEM Calibre 38 - Alack Sinner

Alack Sinner – Muñoz y Sampayo

Me hace bien reconectar con este tipo de materiales seminales para intentar no caer en la autotraición y el descafeinamiento. Lo cierto es que a cada vuelta se entienden más cosas, se extrae más. En esta última relectura me ha llamado la atención el rasgo esencial de la serie criminal dura como reflejo social (histórico incluso).

La ficción policiaca como espejo social

Refiriéndose tanto al western como al género negro, dice Latorre en el número 1 de la revista (1982) que los creadores norteamericanos

contaron la historia de su país. Y dentro de esta historia hay pocos hechos tan destacables como los que, recogidos por el cine negro clásico, abarcan medio siglo de vida americana: las consecuencias de la primera guerra mundial, la Ley Seca, el gangsterismo organizado, el crack de 1929, la Depresión, los proscritos generados por la Depresión y su rabiosa caza a manos de los hombres del F.B.I., la segunda guerra mundial, las secuelas de esta guerra, los problemas de adaptación de los excombatientes a su regreso…; temas todos ellos que han alimentado el género negro dentro de su propósito general de coger por los cuernos al toro del más conflictivo presente.

He caído en que mucho de ese enfoque realista se ha perdido. Por un lado la moda del psicópata, del asesino en serie, saca en buena medida a la sociedad de la ecuación, poniendo el acento en el «trauma», los malos tratos infantiles, la pura patología… como origen del mal. Un mal del que el psicópata, como enfermo, no es responsable. Parece que el mal puro y duro, sin excusas psiquiátricas, no es hoy políticamente correcto. Y si el mal estuviera causado por las condiciones sociales… ya ni hablamos (como contraejemplo hay que mencionar aquí a The Wire, por supuesto).

Magnum Song - Jean-Claude Claeys

Magnum Song – Jean-Claude Claeys

Por otro lado, el mundo de lo criminal ejerce tal fascinación que se ha independizado como un universo en sí mismo. y ya presentamos a policías y delincuentes como figuras estandarizadas, genéricas… Incluso con ambientación norteamericana, y no por conveniencia política como los bolsilibristas hispanos, sino por acudir a ese espacio fantástico, mítico, que funciona por su propio atractivo.

Cabe preguntarse si la sociedad actual produce determinados delitos o delincuentes, así como la Depresión y la ley seca produjeron a Capone. Sí, sin duda: el tráfico de drogas, omnipresente y multiforme. Los crímenes cibernéticos. Los problemas de vivienda. El espionaje, el terrorismo. La corrupción inmobiliaria y política en general… No faltan, sin duda, temas y ámbitos sociales generadores del delito. Y me reafirmo en la conveniencia de ubicar la ficción criminal en esas realidades sociales, en esos ambientes y con esos personajes reconocibles.

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