Nos indignan, con motivo, algunas formas de usar el poder. Solo decir que la estructura jerárquica de la sociedad hay que verla y entenderla en su continuidad invariable desde Adan y Eva (véanse la antropología y la dinámica de grupos). La historia nos muestra la infinita variedad de formas que ha revestido esa jerarquía inamovible, la pluralidad de discursos justificativos, los intentos siempre fallidos de superar este estadio natural (animal) del ser humano.
Es como convencer a los orangutanes de que razonen solo un poquito más, se organicen, y dejen de pelearse por la comida, por las hembras, por el territorio. Parece fácil pero ese saltito la humanidad no lo ha podido dar. Cada orangután piensa siempre primero en su propio estómago, luego se golpea el pecho varonilmente. Las hembras lo admiran, los derrotados le rinden pleitesía. Cada uno tan contento con su puesto en la pirámide, con tal de que quede un poquito de basura para su estómago, y una bella canción o un relato heroico para que la basura sepa deliciosa…