Esto de que las cosas reales sean reales por la acción humana y no ‘de por sí’ puede hacernos sentir en algún momento que la realidad es una falsificación, un engaño. A veces lo real nos parece una máquina monstruosa dedicada a aplastar la verdadera vida.
Lo cierto es que gracias a haber constituido una realidad manejable con ayuda de los conceptos, ha conseguido el ser humano sobrevivir físicamente: alimentarse, superar los peligros y en algunos casos dotarse de ciertas comodidades.
Simplemente es esa la forma de actuar del ser humano: nombrar, definir, cuantificar, manejar. No podemos actuar de otra manera; ni siquiera intentarlo, pues supondría un abandono de lo humano y un retorno a la pura animalidad.
Pero no es menos cierto que tenerlo todo determinado, pesado y medido es perjudicial para la felicidad de cada cual, para la despreocupación, para el placer y la alegría. Ya decíamos que lo indefinido que haya por debajo no puede llegar a totalizarse y determinarse por entero; más aún: no deberíamos ni siquiera acercarnos a esa zona de definición total: exceso de compartimentación, previsión y medida.
La rueda del ser
Podríamos expresarlo así: necesitamos determinar y utilizar parte del caos energético por razones prácticas; pero no nos interesa eliminar completamente los impulsos irracionales, las áreas desconocidas de nosotros mismos y del mundo, porque de esas áreas de sombra sacamos la vitalidad, el sentimiento y el placer.
Aquí lo propio es una actividad de apretar y soltar; de llenar y vaciar, una acción en espiral (sería mejor decir en hélice), un ritmo como de respiración o de latido.
Digo que es lo propio no solo porque sea lo más apropiado, sino porque es en efecto la forma de funcionar del mundo humano. Así que junto a la recomendación de García Calvo: ‘Ser menos’; también su contraria: ‘perfeccionar el ser’. Combinar esos dos elementos -vida e ideas- con oportunidad casi musical sería conseguir una buena vida en la realidad.
Posts anteriores de este tema:
1. En verdad y en realidad
2. La grieta de la realidad